El 25 de abril de 2025, la Universidad Laica VICENTE ROCAFUERTE de Guayaquil fue testigo de un momento donde el esfuerzo de años se tradujo, finalmente, en una conquista tangible: la incorporación de los nuevos ingenieros civiles de su Facultad de Ingeniería, Industria y Construcción.
La ceremonia, desarrollada bajo la solemnidad que exigen los actos verdaderamente memorables, no fue solo la entrega de un título académico. Fue la validación de un trayecto forjado entre sacrificios, desafíos y silenciosos actos de perseverancia. Un trayecto que, como toda obra sólida, exigió fundamentos más profundos que los visibles: disciplina, integridad y una convicción inquebrantable.
El mensaje del decano de la facultad resonó como una hoja de ruta: planificar, formular, evaluar, administrar. Cuatro verbos que, más allá de su aplicación técnica, resumen el arte de construir no solo estructuras, sino proyectos humanos y éticos. El ingeniero civil, se recordó, no levanta solo edificios: edifica futuros, modela comunidades, crea posibilidades.
Entre los momentos más sentidos de la jornada estuvo la intervención de la ingeniera Samanta Carolina Mindiola Peña, quien, en nombre de sus compañeros, rindió homenaje a todas las presencias visibles e invisibles que acompañaron el viaje: familias que alentaron en silencio, docentes que sembraron más que fórmulas, compañeros que se tendieron la mano en el cansancio compartido. Cada logro, recordó, es la suma de múltiples voluntades.
Reconocida además como la mejor graduada de esta promoción, Samanta Mindiola Peña sintetizó en sus palabras una certeza profunda: ser ingeniero civil es mucho más que una profesión; es un acto de fe en el futuro, una promesa de transformar los espacios para que, en ellos, la vida florezca mejor.
La ceremonia finalizó como concluyen las obras que saben que su verdadera grandeza no reside en la ceremonia misma, sino en el servicio silencioso y constante que aguarda más allá de los aplausos.
