El 24 de abril de 2025 quedará, para quienes asistieron a la ceremonia de incorporación de los nuevos profesionales de Comercio Exterior y Mercadotecnia de la Universidad Laica VICENTE ROCAFUERTE de Guayaquil, como un día de celebración y de silenciosa reflexión. Un momento en que las páginas de cada historia personal se entrelazaron brevemente para rendir homenaje al esfuerzo, a la constancia y al anhelo de construir un futuro propio.
El acto, sobrio y profundamente emotivo, permitió reconocer no solo la culminación de una etapa académica, sino también el inicio de un largo compromiso con un mundo que exige visión, innovación y una ética que no claudique ante la urgencia ni la tentación.
Hubo, en el discurso de la decana, un llamado claro a no conformarse con recorrer los caminos ya trazados, sino a abrir nuevas sendas, a dejar una huella auténtica en los campos del comercio global y la mercadotecnia estratégica. No se trató de un tributo a los logros fáciles, sino de un recordatorio de que el valor real de un título universitario reside en la responsabilidad que impone, más que en los derechos que concede.
En nombre de sus compañeros, la licenciada Carolay Elizabeth Álava Reino tomó la palabra para recordar que los logros no son construcciones solitarias. Cada título entregado esa tarde llevaba impresos los nombres invisibles de quienes alentaron, apoyaron y sostuvieron los sueños de los graduados: familias, docentes, amigos, y en muchos casos, seres queridos cuya presencia continúa guiando, aun en la distancia o en la memoria.
Su discurso, sereno y sentido, evocó también las batallas cotidianas que todo estudiante conoce: las largas noches de desvelo, las dudas que a veces amenazan con vencer, la necesidad incesante de seguir adelante incluso cuando las fuerzas flaquean. En sus palabras se reconoció la trayectoria de toda una generación que, iniciando sus estudios en medio de una pandemia, demostró que la resiliencia no es un concepto abstracto, sino una vivencia cotidiana.
Reconocida además como la mejor graduada de esta promoción, Carolay Álava Reino encarnó el espíritu de una jornada que no quiso ser una meta, sino un punto de partida. La ceremonia concluyó sin estridencias, como concluyen los momentos verdaderamente importantes: dejando en el aire la certeza de que el verdadero desafío apenas comienza, y que el mundo, vasto y expectante, espera la acción de quienes recibieron su título con la promesa íntima de honrarlo.