“Riego de Esperanza” en ASENIR: Ingeniería con Propósito

En los pasillos del edificio tecnológico de la Universidad Laica VICENTE ROCAFUERTE de Guayaquil (ULVR), los sábados tienen un aire diferente. No son días de descanso, sino de compromiso social. En sus laboratorios, un grupo de estudiantes de la Facultad de Ingeniería, Industria y Construcción, trabaja con pasión en un proyecto de vinculación que combina conocimiento técnico y sensibilidad humana: la implementación de un sistema de riego por aspersión para ASENIR, una institución que acoge a niños con discapacidad.

“Estamos diseñando un sistema automatizado para las áreas verdes del centro. Este proyecto nace de la necesidad que diagnosticamos: los niños no tienen un espacio adecuado donde jugar y disfrutar del contacto con la naturaleza”, explica la máster Lissette Elisa Sánchez. Mientras habla, su entusiasmo contagia a quienes la escuchan. “El sistema no solo facilitará el riego de manera eficiente, sino que también permitirá que los niños tengan un espacio verde funcional, algo que hasta ahora les ha sido negado por falta de recursos”.

Los estudiantes, guiados por sus docentes, han asumido esta tarea con determinación. Desde las aulas, planifican cada detalle técnico: el cálculo de la fuerza hidráulica, la distribución de las tuberías, y la ubicación estratégica de los aspersores. Pero el aprendizaje va más allá de las cifras y los planos. “Esto nos enseña que la ingeniería no es solo construir, es resolver problemas que afectan a las personas”, reflexiona Santiago Zapata, estudiante de séptimo semestre.

En el centro de ASENIR, la realidad es otra. Los niños, muchos de ellos con discapacidades severas, enfrentan desafíos diarios que pocos podrían imaginar. “Es emocionante pensar que, gracias a este proyecto, ellos tendrán un espacio donde jugar y sentirse libres”, comenta Anette Ojediz, quien además enfatiza el papel de las mujeres en la ingeniería: “Estamos demostrando que podemos liderar y ejecutar proyectos importantes. Este es solo un ejemplo”.

Mientras los estudiantes dedican sus fines de semana a este propósito social , la motivación no decae. Ulises Sebastián, uno de los más entusiastas del grupo, asegura: “Podríamos estar haciendo otra cosa, pero aquí aprendemos y ayudamos. Eso lo hace valioso”. El sistema de riego automatizado está diseñado para ser funcional y sostenible. Según la máster Jazmín Masini, el proyecto se entregará en dos etapas: una física, con la instalación del sistema en el jardín trasero de ASENIR, y otra digital, que incluirá un levantamiento técnico detallado. “Esto asegura que cualquier mantenimiento futuro sea más sencillo y efectivo”, añade.

El impacto del proyecto no solo se mide en metros de tubería o aspersores instalados. Jorge Toral lo explica con sencillez: “Es más que un sistema de riego. Es una muestra de lo que podemos hacer cuando miramos más allá de las aulas y nos conectamos con las necesidades de la sociedad”. A medida que el proyecto avanza, los estudiantes no solo se forman como ingenieros, sino también como ciudadanos conscientes y comprometidos. En febrero, cuando las primeras gotas de agua caigan sobre el jardín renovado, estarán culminando un esfuerzo que comenzó con la intención de aportar algo significativo a quienes más lo necesitan.

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